Jesús jamás desprecia a ninguna mujer ni le asigna una función secundaria o subordinada al varón; mucho menos, le considera fuente de pecado; todo lo contrario, les ayuda, se deja querer y atender por ellas y recorre los caminos en su compañía. Veamos unos ejemplos.
La viuda
En Israel de entonces, la viuda socialmente no existe, es un ser débil y sin apoyo; y si pierde a su hijo único, el desamparo es mayor, con el agravante de ser considerada un castigo de Dios. Jesús, ante esta situación, siente compasión, le devuelve su hijo y acaba con su desamparo. (Cfr. Lc. 7, 11-17)
La impura
Una mujer considerada impura se acerca a Jesús. Su dolor le habla al corazón y él no permanece indiferente. No es posible que se considere más a los animales que a una mujer. Si hay un día en que se debe romper los yugos, es justamente el sábado, en el que se glorifica a Dios. (Cfr. Lc. 13, 1-17)
La pecadora
Una pecadora se acerca a Jesús y le da muestras de amor. Le moja con sus lágrimas, besa sus pies y con sus cabellos los seca. Los varones píos y puros reaccionan burlescamente. (Lc. 7, 36-50). Jesús se deja querer por ella, no le preocupa ser malinterpretado; lo importante es que goce de la paz y del perdón de Dios.
Aprendamos de Jesús a valorar a la mujer por encima de su condición social, económica o moral.