Amar como Jesús

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Jesús, con una ternura inusitada, llama a sus discípulos “hijos míos”; sabe que aún son “niños” o muy frágiles en la fe. ¿Qué será de ellos sin el maestro?

En este contexto, les da un nuevo mandamiento: amarse como él los ama. Pero ¿dónde está la novedad? Pues el Antiguo Testamento habla del amor a Dios, al prójimo y a sí mismo; también muchas filosofías promueven el amor hacia los demás (la filantropía). La novedad está en “el modo” con el que se deben amar: el estilo de Jesús.

Jesús ama a sus discípulos como amigos hasta dar la vida por ellos. En una relación de amistad, nadie está por encima del otro; existe cercanía, igualdad, respeto y apoyo sin condiciones; se reconocen las diferencias pero sin que nadie sea menos que el otro. De una comunidad de amigos es difícil distanciarse.

En la comunidad cristiana, sin embargo, existe el riesgo de subrayar más lo que nos diferencia que lo que nos une o dar más importancia al orden y a la subordinación que a la fraternidad. Con estas actitudes, fácilmente se cae en el infantilismo o en la irresponsabilidad.

Amarse como Jesús es el distintivo de los discípulos más que la doctrina, los ritos o las obras sociales. El amor de Jesús, de este modo, se transforma en la fuente, en el motor, en la raíz y en la inspiración del amor cristiano.

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