Compartir los bienes

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En tiempos de Jesús, muy pocos podían acumular monedas de oro y plata. La inmensa mayoría apenas contaba con alguna moneda de bronce o cobre. Muchos vivían sin dinero e intercambiando algunos productos.

Jesús, al no poseer tierras ni trabajo fijo, habla del dinero con mucha libertad. Más aún, lo hace desde su pasión por la justicia de Dios que le urge a defender a los desfavorecidos.

Jesús no excluye la riqueza justa, fruto de un trabajo arduo y honrado. Pero si no se la comparte, podría conducir a una injusticia: dejar que muchas personas pobres sufran o mueran pudiendo ayudarles.

Jesús se refiere al dinero amasado de una manera “injusta”, como resultado de engaños, robos o coimas; y que, por tanto, debería devolverse a su legítimo dueño. ¿Qué hacer cuando no es posible?

Jesús abre un camino de devolución: “gánense amigos que, cuando ustedes mueran, los reciban en el cielo”. En otras palabras, empleen la “riqueza injusta” para ayudar a los pobres, de tal manera que, cuando no les sirva, les acojan en la casa del Padre.

Como seguidores de Jesús, estamos llamados a usar bien la riqueza. No podemos ganar de una forma injusta ni disfrutarla sin compartir con los pobres.

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