Jesucristo nos revela a Dios como el creador de toda realidad, el Padre de todos, el justo y solidario, el liberador de las esclavitudes, el Dios del amor y la esperanza, entre otras dimensiones.
En la vida ordinaria, sin embargo, encontramos conceptos contrarios a los que Jesús nos ofrece sobre Dios.
Entre ellos, por ejemplo, encontramos conceptos de un dios “lejano”, sin vinculación alguna con la vida ordinaria; un dios “ley” que impone y sanciona si no se cumple alguna norma; un dios “terrible” que amenaza y castiga; un dios “curandero” de todos los males; un dios “folklore” que anima el turismo religioso y las ferias regionales; un dios “infantil” despreocupado de los problemas humanos; un dios “abuelo” ya jubilado y bonachón; un dios “narcótico” que nos adormece ante el dolor ajeno; un dios “tapahuecos” de lo que la ciencia aún no ha descubierto y un dios “amuleto” o de la “buena suerte” que aleja los malos espíritus.
Si somos seguidores de Jesús, estos falsos conceptos de Dios deberían ser eliminados; y, en su lugar, poner al Dios vivo y verdadero, revelado por él. A este propósito, San Paulo VI nos advierte:: “Estamos pasando de la religión del Dios hecho hombre a la religión del hombre hecho dios”.
