Seguir a Jesús

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Jesús va camino a Jerusalén y le acompaña mucha gente. Pero no se deja engañar por el entusiasmo ni por el número; a él le interesa la calidad de sus seguidores; y, para ello, les pone algunas exigencias: posponer a su familia, negarse a sí mismos y cargar la cruz.

Posponer la familia. Los padres y madres, la mujer y los hijos, los hermanos y las hermanas son seres muy queridos y entrañables. Pero si no se pone los intereses familiares en segundo plano para colaborar con Jesús, no se puede ser su discípulo. Él no quiere destruir los hogares ni eliminar el afecto familiar, sino afirmar que la familia, por muy importante que sea, debe ponerse al servicio del Reino de Dios.

Negarse a sí mismo. Si alguien solo piensa en sí mismo, en su bienestar o en sus intereses como también en las cosas que puede obtener, no puede ser discípulo de Jesús. El discípulo debe ser libre de sí mismo y de las cosas.

Cargar la cruz. Una persona que evite los problemas y los conflictos o que no asuma los riesgos y los sufrimientos por el Reino de Dios y su justicia, no puede ser discípulo. La cruz llega sola, pero hay que cargarla con dignidad.

Seguir a Jesús es ponerle por encima de la familia, de nosotros mismos y de las cosas. ¿Nos animamos a seguirlo?

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