Auméntanos la fe

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Los discípulos que un día pidieron a Jesús que les enseñara a orar, ahora le suplican: “auméntanos la fe”. La fe con que viven desde niños ya no es suficiente para seguirlo; necesitan de una fe más vigorosa.

En la historia de la Iglesia, muchos han vivido tiempos de fidelidad y horas de deslealtad a Jesús. Nosotros, para no sucumbir, debemos también pedir al Señor que aumente nuestra fe.

Una fe que nos enseñe a creer no en algo, sino en Alguien: en Jesucristo resucitado, en el Maestro que nos habla en su evangelio y en el Señor que nos invita a seguir su estilo de vida.

Una fe centrada en lo esencial y no en lo secundario; fundada no en apoyos externos, sino en su presencia entre nosotros.

Una fe que nos identifique con el Reino de Dios y nos impulse a colaborar en la construcción de una sociedad más justa y solidaria; que nos convierta en sal de la tierra, fermento de la masa y luz del mundo, lejos de toda resignación o conformismo.

Una fe que nos dé la pasión de los profetas por Dios y la compasión por el ser humano; que no tiene miedo a la cruz de la contradicción, de la persecución, ni a la muerte.

Una fe que se fortalece cuando se la comparte con los cercanos y, sobre todo, con los alejados de Cristo y de la Iglesia.  “Señor, auméntanos fe”.

 

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