El don de Dios

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Jesús, cansado del camino, se sienta junto al manantial de Jacob. Una mujer samaritana llega a sacar agua. De una manera espontánea, inicia el diálogo pidiéndola que le diera de beber. Ella se sorprende porque no era habitual que lo hiciera alguien diferente de su pueblo. Jesús la desconcierta mucho más al decirla: “si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, sin duda tú misma me pedirías a mí, y yo te daría agua viva”.

Muchas personas, en estos años, se han alejado de Dios sin darse cuenta de lo que está pasando en su interior. Dios les es extraño y hasta lejano, como una parte de su etapa infantil, incluso que les causa miedo o malestar.

¿Qué hacer? No hay que buscar pruebas científicas para demostrar su existencia, como si fuera objeto de laboratorio, ni tampoco solo entender y defender los dogmas religiosos. Lo más prudente es volver a Jesús para que, de una manera sencilla y confiada, nos conduzca hasta su Padre que nos acoge con un corazón grande y nos libera de nuestras mediocridades, errores y egoísmos.

Jesús es el Don de Dios Padre que nos ayuda a conocerle y a experimentar su amor gratuito e incondicional por encima de las diferencias étnicas, sociales y religiosas.

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