El hijo mayor

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Cuando leemos la parábola del «padre bueno», casi siempre, ponemos la atención en el “hijo menor”; pues su regreso a casa y la acogida del padre nos conmueven.

La parábola, sin embargo, también habla del «hijo mayor»; de un hombre que vive junto a su padre y que se desconcierta y enoja cuando se entera de la fiesta que ha organizado para su hijo perdido, tanto que se niega a participar en ella. Durante su vida, preocupado por el cumplimiento de los mandamientos, no aprendió a amar como su padre, por tal motivo no es capaz de acoger y perdonar a su hermano.

La tentación de clasificar entre creyentes y no creyentes, practicantes y alejados, bendecidos y rechazados sigue presente en nuestras comunidades. Pero, Dios, que no es propiedad de los buenos ni de los practicantes, nos sigue esperando con el mismo amor de Padre.

El «hijo mayor» representa a quienes, muchas veces, creemos que vivimos junto a Dios, pero que poco o nada hacemos por los que se han alejado de la Iglesia. ¿Nos limitamos entonces a cumplir solo lo prescrito o somos testigos del amor grande y gratuito de Dios? ¿Estamos dispuestos a acoger, comprender y acompañar a los que buscan a Dios? ¿Les ofrecemos nuestra amistad o los miramos con recelo y nos alejamos de ellos?

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