El Padre Bueno

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Con esta parábola, Jesús nos conduce al misterio más profundo del Padre y del ser humano.

El hijo menor dice a su padre: “dame la parte que me toca de la herencia”. Con ello está pidiendo su muerte anticipada: quiere ser libre y feliz sin él. Su padre, sin decirle palabra alguna, accede a su deseo y deja que libremente elija su camino. Sin embargo, no lo abandona, su corazón lo acompaña y lo espera.

El hijo se marcha a otro país; se instala en una “vida desordenada” no solo moral, sino existencialmente. Su aventura se convierte en drama cuando no tiene qué comer, salvo el alimento de los cerdos de un extraño. El joven entra en sí y recuerda la abundancia de pan que hay en la casa de su Padre. Reconoce su error y se pone en camino. Su Padre sale a su encuentro con los brazos abiertos y le cubre de besos.

Hoy en día tenemos la tentación de ser felices sin el Padre: casi que ha desparecido de nuestras vidas. Pero Él guarda silencio y, sin presionarnos, nos busca y espera.

El vacío existencial es un signo de nuestra lejanía de Dios. Nos cuesta regresar a Él, quizás, porque no conocemos al Padre que hace fiesta cuando sus hijos regresan. ¿Nos arriesgamos a volver al Padre para ser libres y felices junto a Él?

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