El Resucitado

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Los discípulos antes de encontrarse con el Resucitado están desconcertados, desorientados y lo buscan alrededor del sepulcro.

Según el relato de San Juan, María Magdalena lo busca “cuando aún estaba oscuro” y “en el sepulcro”; aún no sabe que ha vencido a la muerte.  Pero el sepulcro está vacío y esto le causa dolor y se siente perdida.

Los otros evangelistas describen la búsqueda del grupo de mujeres que el Maestro las ha acogido como discípulas. No le encuentran pero escuchan un mensaje: “¿Por qué buscan entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado”.

Nuestra fe en Cristo resucitado no nace espontáneamente o porque hemos escuchado a los catequistas y predicadores; es necesario recorrer nuestro propio camino. Para ello, es decisivo amar a Jesús y buscarlo no entre los muertos, sino donde hay vida, donde es acogido con fe y amor por sus seguidores.

Jesús resucitado, por lo mismo, está presente no donde los cristianos estamos divididos y enfrentados, sino donde formamos comunidades: “donde están reunidos dos o tres en su nombre, allí está Él”.

A Jesús resucitado lo encontramos no en una fe rutinaria y cansada, sino en una fe viva que nos impulsa a identificarnos con su proyecto de salvación. El resucitado por el Padre vive y nos hace vivir con alegría y pasión.

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