Un retiro espiritual lo encaminó a la vocación sacerdotal

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Guayaquil, (DCAG).- Rovelio Pablo López nació el 28 de enero de 1973 en Nicapa, Chiapas (México). Aunque creció viendo una serie basada en la vida religiosa y asistía junto a su familia a la Santa Misa, no contemplaba llevar una vida consagrada hasta que un retiro espiritual cambiaría su vida por completo.

En 1994 se muda desde Choapas (Veracruz) donde había vivido casi toda su infancia, al Distrito Federal por motivo de trabajo. En esa época su vida tuvo un desapego de la Iglesia. Para 1997, va de visita a Choapas, donde su madre lo amonestó al darse cuenta que su hijo no practicaba su fe, a pesar de ser criado bajo los preceptos cristianos y haber recibido los Sacramentos. Con desagrado por las palabras de su progenitora, Rovelio accedió a participar del retiro espiritual al que fue invitado.

Durante su estancia en el retiro de dos días, comenzó a sentir inquietud por el servicio a Dios. “Al final del retiro espiritual y en los testimonios, el dirigente nos dijo: ‘Que alce la mano quienes quieran servir a su Iglesia’ y por supuesto respondí. Allí empezó todo, esa búsqueda más consciente de lo que es Dios”. A su regreso a Ciudad de México, empezó a recorrer iglesias y capillas donde se preguntaba sobre la manera de servir a Dios y a su Iglesia, pero con el tiempo su inquietud se fue desvaneciendo.

Años después, cambiaría de empleo y ahí conocería a una joven apodada “La Monjita» por su gran apego a su fe. Ella lo invitaría a un grupo donde se promulgaba el rezo del Santo Rosario y la visita de la Virgen a las casas. Cuando fue su turno, Rovelio no aceptó rezarlo por vergüenza y porque no sabía cómo hacerlo (pensaba que eso sólo era para las mujeres y las ancianas). Luego, la chica le regalaría un frasco de agua bendita, él se la pondría en la frente y le pediría a la Virgen por su conversión y sanación espiritual.

En 2002 ingresó a un movimiento laical mariano donde se promovía el rezo del Santo Rosario, pero él sentía que su labor no era suficiente para servir a Dios y oraba para saber si el sacerdocio era el camino que debía seguir. En 2006 empezó a ser parte de la comunidad “Misioneros de Cristo Sacerdote”, donde realizó sus estudios filosóficos y teológicos. Cuando cerró el grupo al que pertenecía decidió tomar otros rumbos.

Para 2017 toma contacto con Mons. Luis Cabrera y al año siguiente decide continuar su camino sacerdotal en Guayaquil, dejando atrás su vida y familia en México. “Es para mí un privilegio inmerecido que conociendo mis flaquezas humanas, mi nada, mi pequeñez; el Señor se digne elegirme para sus filas en el pueblo de Dios, pueblo sacerdotal”.

 

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