Dar la vida

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Jesús, dirigiéndose a sus discípulos, les dice: “Llega la hora de que sea glorificado el Hijo del Hombre”. La hora de Jesús, según San Juan, nos revela que su verdadera gloria se da con toda su fuerza y claridad en la cruz. Pero ¿qué es lo que atrae a los hombres y mujeres?: Su amor incondicional a todos y cada uno de los seres de la tierra.

El amor humano como tal es invisible; pues solo podemos percibirlo en las palabras, gestos y signos de quien ama. En este sentido, el amor gratuito de Dios lo experimentamos en la vida de Jesús que se nos ofrece sin esperar recompensa.

Para explicarnos mejor esta realidad, Jesús utiliza la imagen del grano de trigo que, para dar fruto, debe morir. Esta metáfora nos indica que una vida que se encierra, se echa a perder; en cambio, si se entrega, genera vida y en abundancia. Esto lo comprobamos entre nosotros: si nos encerramos en el bienestar, nuestra vida es mediocre y estéril; en cambio, si nos arriesgamos y nos entregamos, difundimos vida y alegría.

Lo que mueve nuestra vida, por lo tanto, no es una norma moral ni una ley religiosa, sino la vida de Jesús que, por amor, es capaz incluso de sufrir en la cruz, su máxima gloria y grandeza. En otros términos, lo que cambia nuestra vida es sabernos y sentirnos amados por Dios.

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