Dos amores

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Obra de la Arquidiócesis de Guayaquil

El pueblo judío tenía muchas leyes (613) que regulaban la observancia de los Diez Mandamientos. Los fariseos (observantes de la Ley) quieren saber de Jesús cuál es el mandamiento más grande.

Jesús, citando algunas palabras de la Biblia, les dice: “¡Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente!” (Cf. Dt 6,4-5).  “¡Éste es el más grande o el primer mandamiento! El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Lev 19,18). El amor a Dios y el amor al prójimo, de este modo, se transforman en las normas fundamentales e inseparables de la vida.

La tentación más grande para un cristiano, sin embargo, es querer separar estos dos amores. Si esto ocurre, el amor a Dios nada tendría que ver con el amor al prójimo y viceversa; con lo cual, se cae o bien en un espiritualismo alejado de la vida de las personas o en un horizontalismo desconectado de Dios.

En una época de cambios, como la nuestra, por otra parte, aparece la tentación de buscar la seguridad en las leyes y no en el amor que Dios nos tiene. Al acentuar la observancia de la ley, fácilmente, nos olvidamos de la gratuidad inseparable del amor de Dios a cada uno de nosotros y de nuestro amor al prójimo.

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