Gratuidad y responsabilidad

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La gratuidad del amor de Dios se expresa en la creación y en la salvación universal. Un amor sin condiciones; un amor apasionado y hasta porfiado; un amor que no depende de los méritos humanos. “Tanto amó Dios al mundo que envió a su propio Hijo y no para condenarlo, sino para salvarlo”, nos dice San Juan. (Cfr. Jn 3, 16)

La responsabilidad humana, por su parte, brota del dinamismo del don. Un regalo jamás se impone: se ofrece y, por lo mismo, puede ser aceptado o rechazado. La gratuidad espera una respuesta libre, inteligente y decidida. Los milagros de Jesús suceden sólo si el ser humano los pide o los consiente.

El texto que mejor sintetiza la relación entre la gratuidad de Dios y la responsabilidad del ser humano es el de Apocalipsis 3, 20: “He aquí que estoy a la puerta y llamo; si alguien me abre, entraré y cenaré con él”.

La gracia de Dios y la libertad humana son inseparables en el camino hacia la santidad.

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