Movidos por el Espíritu

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Las primeras comunidades cristianas diferenciaban muy bien el bautismo de Juan en las aguas del Jordán del bautismo de Jesús que comunicaba su Espíritu para transformar los corazones.

Como bien sabemos, el mayor obstáculo para la evangelización es la mediocridad espiritual. Esta actitud se la supera invocando al Espíritu para que nos llene del fuego de la alegría, de la generosidad y de la audacia.

El Espíritu nos ayuda a recuperar nuestra verdadera identidad cuando nos desviamos del Evangelio y nos da luz para renovarnos como Iglesia. Además, nos da la fuerza para evangelizar sin miedo alguno en todo tiempo y lugar, incluso en los más difíciles y contradictorios.

La falta de Espíritu, en cambio, se traduce en desconfianza, pesimismo y fatalismo, que nos llevan a pensar que todo esfuerzo es inútil y que nada puede cambiar.

La experiencia personal y comunitaria de Jesús, por su parte, nos demuestra que no es lo mismo conocerlo que no conocerlo, caminar con él que caminar a tientas, escuchar su palabra que ignorarla, construir el mundo familiar y social con su evangelio que con la sola razón. Encontrarse con Jesús es vivir convencido, entusiasmado y enamorado de su Palabra.

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