UN CAMINO PARA AMAR

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Como seres humanos, estamos invitados a amar todo lo que nos rodea: desde Dios hasta el gusano más pequeño. Pero no basta querer amar, hay que  seguir un orden. He aquí un camino: Dios, prójimo, nosotros y las cosas.

Amor a Dios

En el Antiguo Testamento se afirma que el primer mandamiento es amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con toda la fuerza (Cfr. Dt 6, 5). San Juan, por su parte, sostiene que el amor no consiste tanto en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó primero. (Cfr. 1Jn 4, 10)

Amor al prójimo

La experiencia del amor incondicional de Dios no se encierra en la intimidad de los individuos, sino que se manifiesta en el amor a los hermanos. Por eso, Jesús nos dice: “ámense los unos a los otros como yo les he amado”. (Jn 13, 34)

Amor a nosotros mismos

La experiencia del amor de Dios y del amor al próximo, nos lleva a amarnos en profundidad, sin caer en el narcisismo o egoísmo, ni tampoco en el menosprecio de nosotros mismos.

Amor a las cosas

Estamos llamados a amar las cosas, particularmente el medio ambiente y los bienes culturales. Esto nos compromete a evitar la acumulación y el despilfarro, como también la contaminación y explotación de la naturaleza.

Este orden propuesto nos ayuda a vivir, de una manera equilibrada y alegre, con Dios, el próximo, nosotros mismos y la naturaleza.

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