Conocer su voz

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Cuando escuchamos la voz de alguien, inmediatamente sabemos si es una persona conocida, un familiar, un amigo, o un extraño.

Las ovejas conocen la voz de Jesús de una manera vivencial; la identifican tan pronto se dirige a ellas. Su voz les llena de alegría, de paz y de entusiasmo; además, enciende en ellas el deseo de estar con él y de seguirle.

En la Iglesia, lo decisivo es conocer “la voz” de Jesús, en su originalidad y pureza, y no tanto lo que los “teólogos” piensan o los “catequistas” enseñan. Estas personas ¿son importantes? Claro que sí, pero deben recordar que su misión principal es conducir a las personas hasta Jesús para que aprendan a conocer y escuchar su voz. San Agustín, a este propósito, dice: “Tenemos un sólo maestro. Y, bajo él, todos somos condiscípulos. No nos constituimos en maestros por el hecho de hablar desde el púlpito. El verdadero Maestro habla desde dentro”.

Conocer la voz de Jesús significa entonces familiarizarnos con su Evangelio y esto exige tiempo y dedicación. Pero sólo así es cómo su voz resonará en nuestra mente y corazón y nos transformará en auténticos discípulos. ¿Estamos dispuestos a conocer y escuchar su voz en todas las circunstancias alegres o tristes de nuestra vida?

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