El “Emmanuel” o “Dios con nosotros” es el centro de la celebración de la Navidad.
Uno de los atributos de Dios es su “omnipresencia” en la vida personal, familiar y social y en el universo. Pero ¿cómo saber que Dios está con nosotros si no tenemos una experiencia directa de Él?
De ordinario, NO se nos ha enseñado a percibir a Dios en nuestro interior, sino que se ha priorizado los “lugares” como el universo o, desde una visión cristiana, la Biblia, la Eucaristía, el pobre, la comunidad, entre otros. Sin lugar a dudas, estos siguen siendo los modos privilegiados de encuentro con el Señor; sin embargo, en nuestra cultura, si no lo experimentamos también dentro de nosotros, difícilmente lo hallaremos fuera.
Pero ¿cómo hacerlo? Las escuelas de espiritualidad nos ofrecen varios caminos para descubrir a Dios en nuestro interior, sin caer en subjetivismos. Sin embargo, todas coinciden en que es necesario el silencio interior.
En nuestro interior, encontraremos no solo a Dios, sino también nuestros miedos, tristezas y mediocridad. No hay que inquietarse; pues su Dios nos va apaciguando, liberando y sanando. El Emmanuel -Dios con nosotros, de este modo, se convierte también en una experiencia interior de bondad, perdón y salvación.
