Una gran familia

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Jesús anuncia el proyecto de su Padre: formar una gran familia humana con todos sus hijos. Para ello, es necesario aprender a vivir como hermanos. Pero ¿cómo debería ser la familia? He aquí algunos rasgos.

Amor entre esposos. El hogar está vivo si los esposos comparten sus alegrías y esperanzas, si confían, dialogan y se perdonan. Si crece el egoísmo, surgen las discusiones y malentendidos.

Amor entre padres e hijos. La familia necesita un clima de serenidad y confianza mutua para buscar el bien de todos, saber mirarse y escucharse. Si se enfrentan, la alegría desaparece.

Amor a los más frágiles. La familia es más humana si cuida con cariño a los más pequeños, si trata con respeto y paciencia a los mayores, si atiende con solicitud a los enfermos y discapacitados.

Amor a los necesitados. Una familia es más libre si sale de sus problemas o intereses y se abre a hogares en situaciones dolorosas o sin trabajo y a inmigrantes que piden acogida y amistad.

Amor a Dios. En la familia se aprender a creer en el Dios bueno, Padre de todos, desde el estilo de vida de Jesús. En la familia, se reza y se participa en la vida de la comunidad eclesial.

Una familia con estos rasgos es una bendición para un mundo más justo, digno y dichoso.

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