La necedad de la riqueza

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Las riquezas o los bienes, tanto materiales como espirituales, en sí mismos son buenos; más aún, han sido creados por Dios para beneficio de todos los seres de esta tierra.

El gran peligro, sin embargo, está en que el ser humano, dominado por el ansia de poseerlos, los transforme en ídolos o dioses, a los que, luego, se somete. Con esta decisión, se olvida de su Creador, como también de su condición de hijo de Dios y de hermano de todos los hombres y mujeres.

Jesús nos alerta: “No pueden servir a Dios y al dinero”. No se puede ser fiel a Dios Padre, que busca la fraternidad, la justicia y la solidaridad y, al mismo tiempo, estar pendientes tan solo de los bienes o riquezas.

El dinero puede dar al ser humano bienestar, prestigio y seguridad; pero también esclavizarlo, con lo cual se desatan todas las perversidades humanas: envidias, chantajes, sobornos, asesinatos, movidos por el único fin: acumular y poseer más y más.

Jesús pone de manifiesto la insensatez de almacenar las cosechas en graneros más grandes. Es una verdadera “locura” y hasta “idiotez” dedicar inteligencia, imaginación, tiempo y los mejores esfuerzos tan solo para adquirir y conservar riquezas. “El dinero es un buen siervo, pero un pésimo amo”.

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