Nuevo Pentecostés

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La palabra oral y escrita es uno de los rasgos más maravillosos del ser humano y su distintivo frente a las plantas y animales. La palabra nos permite comunicar nuestros pensamientos, aspiraciones, sentimientos con otras personas. La palabra, además, si es auténtica, facilita el encuentro y la comunión interpersonal.

La palabra, sin embargo, puede también falsear la realidad y entorpecer las relaciones humanas, tal como lo describe la imagen de la torre de Babel. En ocasiones, muchos se ven obligados a renunciar a sus sueños por no poder hablar en su propio lenguaje.

La incomunicación y la incomprensión conducen a la ruptura y al rechazo: grupos que se encierran en sus posiciones, líderes que se preocupan de imponer sus programas sin valorar a los otros, gritos de masas para acallar a los contrarios, armas mortíferas que sustituyen al diálogo.

Es urgente, por ello, la presencia del Espíritu Santo para que nos enseñe a expresar nuestras convicciones y a comprender el lenguaje del que piensa distinto, para que nos ayude a descubrir que somos hermanos por tener un mismo Padre, para que nos desafíe a derribar las babeles, a liberarnos de toda intransigencia y sectarismo y a construir la fraternidad. Necesitamos un nuevo Pentecostés.

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