Vida eterna

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La multitud está entusiasmada por haber sido alimentada gratuitamente. Pero Jesús les sorprende y desconcierta al decirles: «esfuércense no por conseguir el alimento transitorio, sino por el permanente, el que da la vida eterna». La gente, curiosamente, al escuchar estas palabras, le responde desde el fondo de su corazón: «Señor, danos siempre de ese pan». 

Jesús nos invita, así, a no quedarnos únicamente en la comida de cada día, sino a pensar y a vivir desde el pan de vida eterna, que nos ofrece, de una manera muy especial, en cada Eucaristía, cuya fuerza nos sostiene en toda circunstancia de nuestro diario caminar.

Si bien el pan cotidiano es indispensable para vivir; sin embargo, no lo es todo en la existencia; es necesario buscar otro pan que sacie el hambre del corazón y de la mente, como el del amor, de dignidad, de justicia, de libertad, de paz, de verdad.

Jesús, por su parte, se presenta como el Pan que viene del Padre para darnos la vida eterna que ya comienza en esta tierra y trasciende en la muerte. La vida eterna que nos ofrece Jesús, de este modo, se transforma en la razón fundamental para afrontar y superar todas las dificultades cotidianas y también para dar sentido y plenitud a los grandes o pequeños gestos de bondad y generosidad.

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