Jesús, después de una intensa jornada de predicación y de muchas curaciones, se levanta muy temprano y, sin avisar a sus discípulos, se retira al descampado para estar a solas con su Padre.
Simón y sus compañeros le buscan y, al encontrarlo, le dicen que todo el mundo le busca. Pero Jesús no se deja persuadir ni atrapar por los resultados obtenidos, pues él sabe que su misión de anunciar la Buena Noticia debe continuar en otros lugares.
En la actualidad, por un lado, vemos con mucha satisfacción cómo se despierta la necesidad de comunicarse con Dios; la oración y la meditación van, poco a poco, ocupando un puesto importante en nuestra vida cotidiana. De hecho, en este tiempo de pandemia, es muy frecuente encontrar a muchas familias unidas en la oración. Por otro lado, vemos que aún nos cuesta mucho estar en silencio y a solas con Dios; es más fácil organizar reuniones de trabajo que retirarnos para estar con Dios y llenarnos de su paz.
La oración sigue siendo una dimensión esencial para evangelizar: no podemos hablar de Dios si primero no le escuchamos. Sin la oración, además, es fácil caer en un activismo asfixiante y en el vacío interior.
Que el ejemplo de Jesús nos ayude a buscar momentos y lugares para estar a solas y en silencio escuchando al Padre.
