Servir y acoger

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Jesús atraviesa Galilea y lo hace de una manera reservada, mientras instruye a sus discípulos.

Jesús les habla de entrega y cruz y ellos van discutiendo sobre quién es el más importante. Él se sienta, les llama y les enseña que deben tener dos actitudes fundamentales: el servicio y la acogida.

Servicio

“Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”. El discípulo, de esta forma, ha de renunciar a sus ambiciones personales, a los honores, a las vanidades y pretender estar sobre los demás. Al contrario, ha de ocupar el último lugar; y, desde ahí, ser como Jesús: “servidor de todos”.

Acogida

Jesús llama a un niño, le pone en medio, lo abraza y les dice: “el que recibe en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe. Y el que a mí me recibe, no me recibe a mí, sino al que me ha enviado”. Ante los pequeños y débiles, como los niños, no tienen cabida las grandezas ni los honores humanos.  Como Iglesia, también estamos llamados a acoger a los pequeños e indefensos; y, en ellos, acogemos a Dios. Pero si solo acogemos a los poderosos de la tierra, no estamos con Jesús.

Jesús, de este modo, deja muy claro que su camino no es de gloria, de poder ni de dinero, sino de servicio y acogida a los pequeños, a los descartados de la sociedad.

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