Guayaquil, (DCAG).- A través de los testimonios de sus miembros, el libro “Raíz de barro y sangre nueva” cuenta la historia del movimiento apostólico de Schoenstatt en Ecuador. La obra fue lanzada el pasado 18 de octubre en una ceremonia realizada en su Santuario Nacional de Guayaquil, en el marco del 107° aniversario de la agrupación a nivel mundial.
Aunque el movimiento está celebrando el año jubilar por los 50 años de su primer santuario, la historia del Schoenstatt se remonta a 1960 con el padre Juan Fernando Marín, quien traería desde Chile la idea de crear un grupo en Ecuador que cambiaría la vida apostólica de muchos feligreses.
Para Ana Loor de Dahik, una de las autoras del libro, “este es un título que evoca el espíritu que compartían aquellos que iniciaron esta gran aventura. Desde los orígenes está latente la actitud de pequeñez coherente con el simbolismo del barro. Esta percepción de la pequeñez de los instrumentos coincide con el pensamiento de nuestro fundador”.
La idea de plasmar la historia del movimiento en un libro nació hace aproximadamente una década, luego serían la Hna. Virginia Álvarez e Inés Gonzebach quienes se encargarían de ir recolectando la información por medio de los miembros fundadores, tarea a la que luego se uniría Ana Loor, narrando eventos importantes del movimiento como la organización de un Congreso Mariano en 1978 que contó con la presencia del entonces cardenal Joseph Ratzinger (Benedicto XVI).
La obra, terminada durante la pandemia, va dirigida a las nuevas generaciones y a los fieles que buscan conocer acerca del compromiso con la Madre de Schoenstatt y “para lograrlo tratamos de inundar las páginas de testimonios que evoquen esa pasión por la misión”, finalizó Loor.
La Conferencia Episcopal Ecuatoriana comunica que el Santo Padre Francisco ha aceptado la renuncia de Su Excelencia Monseñor Lorenzo Voltolini Esti al gobierno pastoral de la Arquidiócesis de Portoviejo.
Al mismo tiempo, el Santo Padre ha nombrado Administrador Apostólico de la Arquidiócesis de Portoviejo a S.E. Monseñor Eduardo José Castillo Pino, Obispo Auxiliar de la misma Arquidiócesis. El nombramiento entra en vigor desde el día de hoy, 14 de septiembre, Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz.
Los Obispos del Ecuador expresamos nuestro agradecimiento y fraterna amistad a Su Excelencia Monseñor Lorenzo Voltolini Esti, por los años de servicio pastoral en nuestro País.
SECRETARIA GENERAL DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL ECUATORIANA
Quito, (CEE).- La Conferencia Episcopal Ecuatoriana tiene el honor de comunicar que el Santo Padre Francisco ha nombrado Obispo de Ibarra al Excmo. Mons. SEGUNDO RENÉ COBA GALARZA., actual Obispo Castrense del Ecuador.
S.E. Monseñor Segundo René Coba Galarza nació en Quito, el 26 de septiembre de 1957. Sus padres Segundo David Coba Ruiz (+) y María Teresa Galarza Galarza (+).
Realizó sus estudios en el Colegio Arquidiocesano “San Luis” de Quito y en el Seminario Mayor “San José” en la misma ciudad.
Asistió a los cursos institucionales de Filosofía y Teología en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador; donde, en 1982, obtuvo la Licenciatura en Teología; y, en 1985, la Maestría en Teología Pastoral.
Recibió la Ordenación Sacerdotal el 3 de julio de 1982 de manos de S.EMCIA. Cardenal Pablo Muñoz Vega, S.J.
El 7 de junio de 2006 fue nombrado Obispo Auxiliar de Quito, recibiendo la Ordenación Episcopal el 11 de agosto del mismo año.
El 27 de junio de 2014 fue nombrado Ordinario Militar del Ecuador; y el 24 de septiembre del mismo año asumió su nuevo cargo como Obispo Castrense.
A lo largo de su vida sacerdotal y episcopal ha desempeñado los siguientes servicios pastorales:
1982-1985: Párroco de “San Vicente Ferrer”, Cangahua, Cayambe.
1983-1993: Capellán Instituto “Pérez Pallares”.
1985-2014: Párroco de “San Juan Pablo Apóstol y Evangelista”, Chimbacalle, Quito.
1988: Profesor de I.P.R.E. (Conferencia Ecuatoriana de Religiosos/as - CER)
1988-1990: Asesor de la Pastoral de los Trabajadores de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana - CEE.
1983-2000: Responsable de la Pastoral Sacerdotal de la Arquidiócesis de Quito.
1993-2000: Director del Departamento del Clero de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana.
1993-1998: Secretario Ejecutivo de la Comisión Episcopal para el Clero y la Vida Consagrada de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana.
1996-2000: Miembro del Colegio de Consultores de la Arquidiócesis de Quito.
1996-2003: Secretario Ejecutivo del Área Pueblo de Dios de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana.
Coordinador General de la Misión Nacional Jubileo 2000. 2003-2006: Vicario General de la Arquidiócesis de Quito.
2006-2014: Obispo Auxiliar de Quito.
2014 a la fecha: Secretario General de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana.
2016: Asesor Nacional Episcopal de la Renovación Carismática. 2016-2019: Asesor Nacional de los Talleres de Oración.
2014 a la fecha: Representante del Episcopado Ecuatoriano ante el CELAM.
Catedrático en la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador desde hace 33 años.
Cortesía: Secretaría General Conferencia Episcopal Ecuatoriana
Jesús atraviesa Galilea y lo hace de una manera reservada, mientras instruye a sus discípulos.
Jesús les habla de entrega y cruz y ellos van discutiendo sobre quién es el más importante. Él se sienta, les llama y les enseña que deben tener dos actitudes fundamentales: el servicio y la acogida.
Servicio
“Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”. El discípulo, de esta forma, ha de renunciar a sus ambiciones personales, a los honores, a las vanidades y pretender estar sobre los demás. Al contrario, ha de ocupar el último lugar; y, desde ahí, ser como Jesús: “servidor de todos”.
Acogida
Jesús llama a un niño, le pone en medio, lo abraza y les dice: “el que recibe en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe. Y el que a mí me recibe, no me recibe a mí, sino al que me ha enviado”. Ante los pequeños y débiles, como los niños, no tienen cabida las grandezas ni los honores humanos. Como Iglesia, también estamos llamados a acoger a los pequeños e indefensos; y, en ellos, acogemos a Dios. Pero si solo acogemos a los poderosos de la tierra, no estamos con Jesús.
Jesús, de este modo, deja muy claro que su camino no es de gloria, de poder ni de dinero, sino de servicio y acogida a los pequeños, a los descartados de la sociedad.
Las bienaventuranzas de Jesús nos invitan a vivir en una constante actitud de conversión personal y comunitaria. Por ello, debemos recordar que:
El “pobre de espíritu” que actúa sin prepotencia y arrogancia, sin el brillo de las riquezas y el esplendor de los honores poseerá el reino de Dios.
El que “llora” con el que sufre y comparte la suerte de los perdedores será consolado por Dios.
El que no se impone por la fuerza, sino practica la mansedumbre de su Maestro y Señor heredará la tierra prometida.
El que tiene “hambre y sed de justicia” y trabaja por una vida más digna, empezando por los más pequeños, verá saciados sus deseos por Dios.
El que renuncia al rigorismo moral y prefiere la misericordia frente a los pecadores alcanzará de Dios misericordia.
El que obra con un “corazón limpio”, camina en la verdad y no promueve el secretismo o la ambigüedad un día verá a Dios.
El que “trabaja por la paz” y renuncia toda forma de violencia será hijo de Dios.
El que sufre la hostilidad y la persecución por causa de la justicia y no rehúye la cruz de Jesús poseerá el reino de Dios.
Sólo una Iglesia, marcada por las bienaventuranzas, tiene autoridad y credibilidad para mostrar el rostro de Jesús a los hombres y mujeres de hoy.